LEDA GARCÍA PÉREZ (Costa Rica)

POTRA SIN AMO

Hoy desperté pensando
en ese cuerpo tuyo
que desenfrena todos mis instintos.
Lo desnudé a mis anchas
sin rubores rondando las caricias
y cabalgué en tus muslos
como potra sin amo.
Hoy desperté pensando en ti...
Nada me falta.

II

Nada me falta
excepto el filo de tu lengua
husmeando en mi rutina
como un ojo sediento
de osadías tempraneras.
Nada me falta
excepto tus mejillas
robándose el aliento
de mi pubis que inverna
para nombrarte sexo,
sexi, sexuado,
sexamento de pieles
con olores tremando
en la cama solidaria.
Nada me falta,
excepto este placer,
dolor huracanado
que amanece en el vientre
de todos los impulsos.
Hojarasca el deseo
que transita en mi sombra
con su cuerpo imprudente
y extasiado.
Ah los orgasmos en vigilia...
Por qué llamar pecado
a sus deslices
si son solo palabras
convertidas en piel
para tenernos?

III

Sí, tenernos,
beber la misma pulpa
del beso que camina
para espiarnos la sed
y degustarla.
Desgarrar la caricia
con todo y sus secretos,
amasarla en un tiempo
que ignora los segundos
y desnudarla en otro beso igual
para estrenarla.

IV

Y así,
estrenando a mis anchas la osadía,
ser uno en dos o dos en uno
a punto de un orgasmo
en clave G
que se meta en la noche de los cuerpos
para amarse una vez y otra
y otra...

V

Vuelvo a dormirme en la pupila insomne
que me inventó el deseo
y libre de sudores
te borro sin rencor el nombre
que adelgaza tu rostro hasta el olvido.
Mañana inventaré otro amante
para invadirme el cuerpo,
por hoy estás aquí,
nada me falta.


NOMADAS

A todas nos habita otra mujer,
mochila al hombro
y sueños acosando palabras
que no saben de puntos cardinales.
Me recuerdo a mí misma,
cabello despeinado como mazorca de maíz
pariendo tempestades,
granos de miel que no desgranan ya los que me amaron.
Esto de reflejar antiguas osadías en el espejo actual
me nutre y asesina.
Es que me habita aún esa mujer que nunca duerme.


VIGILIA POR EL AGUA

Tengo la sed del caminante
que recorre la tierra y se desmaya
cuando busca en la patria de los sueños
el agua necesaria.
Cada gota se agota
en el recuerdo del río que envejece
sin milagros peinándose en las piedras.
No hay tesoros de líquidos placeres
escondidos en cuevas de bonanza
para saciar de verde el horizonte.
La muerte nos vigila
con su aridez de playa ausente,
yo escapo de su ira y me detengo
para beber la última esperanza.


LA MUERTE PREVISTA

Alguien buscó una vez el agua oculta
en las lejanas piedras del milagro
que nadie vio nacer.
Recorrió nuestra tierra
y llegó tarde.
La muerte innecesaria
cabalgaba en sus gotas pregoneras
y la selva vestida de cemento
elevó su trofeo criminal.
Nadie vivió para aplaudirle.

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